Huele a cebada. El alambique gigante de la cervecera también me indica que llego al barrio. Casi me entran ganas de quitarme el cinturón porque ya estoy como en casa. Me gusta más esta ruta que la de la autopista. Una vez, muy lejos de aquí, me fui a trabajar en pijama. Conseguí la sensación de sentir, por primera vez, el metro como mi saloncito. El día pasó muy rápido, en zapatillas.
jueves, 25 de octubre de 2007
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